martes, 29 de marzo de 2011

Testimonio.


“Finalmente, ayer después de interminables noches de cansancio pude dormir. Sin embargo, al despertarme siento el enorme deseo de no haber abierto los ojos, y seguir en ese mundo inconciente. Pero de vuelta al mundo de los pensamientos y la conciencia es imposible no recordar aquel día donde todo cambió en mí, para siempre.
No puedo levantarme, tampoco puedo evitar ver o tocar mi cuerpo que luce tan sucio como todo en mi mente, mis palabras, mi habitación. Y aún más horroroso, es despertar rodeada de 4 paredes testigos de la repugnancia. Verlas significa recordar; recordar llorar; y llorar odiar. Odio el odio que le tengo, odio sentirlo, odio su recuerdo. Ni todas las lágrimas que lloraré el resto de mi vida podrán apagar la ira en mi corazón.
Y como si fuera una ventana, imaginándome una salida, pero no hay ventanas en mi cabeza, y al ver afuera continúa todo oscuro, tampoco tengo fuerzas de sentir un sol que caliente mi repugnante piel, ya no hay esperanzas para intentar olfatear una primavera que me quite el olor a vómito lujurioso que tengo.
Quiero cortar los dedos que siguen manoseando mi alma, escuchar de nuevo el latido de mi corazón, hoy masturbado. Dejar de oír mis gritos de auxilio de ayer, cuando su cuerpo atrapó al mío de la manera más cobarde y condenable.”

lunes, 14 de marzo de 2011

Las líneas de la Vida.

Julio era un ya un anciano de bastantes años, no los digo porque todavía le molesta, pero estoy autorizado a decir solamente que es mayor de 25. De joven fue el más inteligente, deportista, atractivo, y por supuesto el que se ganaba todas las miradas de las señoritas. Se recibió de doctor completando sus estudios en tiempo justo, y apenas concluyó le pidió casamiento a la única mujer que había hecho desbocar su corazón. Tuvieron 3 hijos hermosos y sanos. A los 40 años, la vida de Julio parecía completa y así lo sentía. Se sentía orgulloso de lo que había logrado y todos los días al levantarse se lo agradecía a Dios.
Después de dedicarles su tiempo a los enfermos, les dedico su espacio a sus hijos, y cuando estos crecieron, le dedicó su vida a su esposa. Valoraba todo lo que tenía, vivía con pasión e ilusión incluso cuando parecía que sus objetivos o metas estaban cumplidos y eso no es lo que lo mantenía vivo, lo que lo hacía eran el tener un porque vivir; y ese motivo era su mujer. Por suerte y para producto de la envidia de muchos gozaba de un poder único el de despertarse y enamorarse de la mujer que dormía al lado desde hace unos largos, largos años.
Cuando estuvo un poco más anciano y la ciudad empezó a volverse detestable, se fue al campo con su esposa. Siempre se sintió de 25 como el dice, pero el ritmo de vida del lugar lo envejeció, todo era muy sencillo, todo estaba cerca. Y paradójicamente el ambiente campestre lo hacía sentir mejor, es decir la ausencia de asfaltos, autos, globalización. Se sentía un amish moderno. Pero a la vez aprendía muchas cosas.
Nunca notó que el tiempo pasaba, por eso cometió el error de pensar que tampoco seguía, para los demás. Después de 14 años vividos juntos en el campo, su esposa falleció victima simplemente de la naturaleza y del correr del tiempo. Fue un golpe muy duro para él, por primera vez sentía la muerte de cerca, de tan cerca que le había arrebatado su motor vital, su compañera de vida, su amor eterno. A partir de ese hito, cambió todo su pensar, esa noche se volvió triste, y la mañana siguiente se hizo viejo, pero nunca se convirtió en viudo.
Sus hijos no aguantaron verlo así, insistieron sin esperanzas que vuelvan a la ciudad para que no este solo pero se rehusó, quisieron mudarse al campo pero él no los dejó. En una visita de su hijo menor, entre mates y charlas su hijo le comento que había conocido un gitano que le explicó las líneas de las palmas de la mano. Tomó la mano de su padre y para subirle el ánimo pero muy cierto exclamó “Papá eres la persona con la línea más larga que he visto, significa que vivirás años y años”, su padre sonrío y le dijo “No, significa que pereceré años y años, porque tu madre tenía esa línea más corta que la mía”

domingo, 13 de febrero de 2011

Pacto

Yo fui la última testigo, antes de que llegase la policía al lugar. Lo recuerdo muy bien pero nunca se lo contén a nadie. Todo empezó cuando el la vio en la plaza, en realidad todo comenzó cuando nacieron y las formas en las que sobrellevaron sus carentes vidas, esa noche solo continuó la historia. Los dos estaban solos y juntos en la plaza, fumando esos cigarrillos que no se compran de día. El aroma los puso simpáticos y fueron acercándose el uno al otro. Se tiraron en el pasto bajo un árbol a ver las estrellas y a expulsar penas que se fueron uniendo y aferrándose una a otra dando como resultado una melancolía un tanto disimulada por con el humo de alrededor. Cualquiera que los haya visto se pudo dar cuenta de que a la noche la terminarían juntos acostados y no necesariamente sobre el pasto.
Sentían como las estrellas se caían sobre ellos y como las raíces crecían empujándolos del lugar. El la tomó de la mano y ella lo siguió decidida, no había lugar para ángeles ni demonios. Corrieron hasta su casa que tan solo quedaba en frente se cayeron un par de veces, pero nunca se soltaron. Se adentraron en la cama y un par de botellas de vodka terminó hundiéndolos en un sexo perturbador, casi enfermo. Abatidos buscaron una botella de whisky que duró pocos minutos en boca de ambos. Ninguno podía dar un paso sin aterrizar en el suelo, para luego mirarse reírse con una cara tan irónica como queriendo expresar “mi cuerpo, mi mente, somos decadentes, pero esta bien”.

El se levantó fue a buscar una botella de algo pero fue en vano. Y se le ocurrió algo más intenso, volvió a la habitación con una jeringa y una tira elástica en la mano. Ella estaba estúpidamente poseída, confiaba en él como una nena de 5 años en sus padres. Se sentó al lado de ella, se amarró el brazo y presionó sobre una vena resaltada de su brazo izquierdo. Hizo una profunda mueca de satisfacción y enseguida como accionado por la heroína tomó el brazo de su acompañante que temblaba felizmente, le ató el elástico y presionó sobre lo que quedaba de su humanidad, asustada hizo un gesto de dolor y el la besó.
Se desplomaron sobre la cama a ver las estrellas que seguían cayendo desde el cielo y esta vez con mucho más impacto. Ella lo abrazó y se hundió sobre su pecho, el dormía hacía ya unos minutos, se quedaron petrificados como si fuera un cuadro. Y nunca más se besaron ni siquiera vieron las estrellas la noche siguiente. Yo fui la última que los vi, y tal vez la única, me quedé toda la noche hasta que el sol tomo mi lugar para despertar a la ciudad.

jueves, 3 de febrero de 2011

Desde Afuera.


¿Real Happy?
Vivía en un barrio un tanto alejado del centro de la ciudad de buenas características, grandes lujos que solo la clase alta se puede dar. Las casas eran inmensas y sorprendentes por fuera y adentro lo aún más. Absolutamente todos los autos visibles, parecían de otro planeta, o mejor dicho de otro país. Una vez pase por el barrio, estaba medio perdido y lo que más recuerdo son todos los autos con vidrios polarizados que impedían ver quienes estaban dentro, y pensé que todo era fachada, que todo el lujo era un disfraz enorme sobre pobres rostros. Que con el tiempo la casa, el auto, el oro se les hacía absolutamente menester para poder salir de su hogar, porque sin la opinión de los vecinos o de simplemente quienes se los hayan cruzado carecían de identidad. De esta manera los Sánchez, (la familia más adinerada del barrio, con tanto en sus bolsillos que se dudaba de la honestidad de sus ingresos) que viven en las últimas calles de la ciudad, no eran los Sánchez sino que eran los de la casa de cinco pisos, los cuatro autos, la casa quinta en Punta del Este. Estoy seguro que esta clase de gente, aunque mejor dicho es una forma de vivir no da lugar a el azar y el riesgo, de que al levantarse perder todo y quedar perdido fuera del lujo, y los bienes y tener que comenzar de vuelta o abandonar todo. Aunque hecho como estos le pueden pasar a cualquiera desde al mendigo más pobre, del rincón más sucio hasta a los Sánchez, cuando sucede la verdad desnuda la hipocresía y es en esos momentos donde no hay fachada que valga, donde uno se tiene que mostrar tal cual es, sabiendo que solo se tiene a uno mismo.

domingo, 30 de enero de 2011

Perdido.

  El día trajo la luz de todos los puntos de la tierra que se fueron enfocando en mi camino, y confiado por la iluminación y el prometedor porvenir di todos los pasos posibles. Pero nunca me imaginé que la suela de mis zapatillas se iría desgastando o que los cordones se irían aflojando y llegando al final tropecé. Y caí, y rodé, rodé pero nunca quede quieto, a cada segundo sigo cayendo. La valentía del comienzo, se convierte en miedo, la seguridad en reproches propios y el pasado oscuro viene desde los mismos puntos donde antes te enviaban luces y flores, para cerrarte todas las puertas, solamente ves una oscura calle donde no llegas a ver el punto final, y estoy solo. Tan solo como mi corazón, tan perdido como mi cabeza. Ya no hay lugares que me reciban con una bienvenida, una mano que me apriete, un oído que me escuche, unos brazos que me abracen, ni siquiera una boca que me insulte.
  Todos los pensamientos del día me llevan a ese momento, donde seguí corriendo, cuando la ambición me dejo ciego y no pude ver que estaba llegando a una parte donde ya no habías luces, y me sumergí en la oscuridad del titubeo, el azar y la miseria. Dejando todo lo bueno que se había vivido en aquellos primeros pasos, por una tormenta que no dejará de mojarme, no dejará que caiga de una vez, y me tendrá a las vueltas y mojado hasta que todos los puntos de la tierra otra vez confíen en mi, hasta que me anime a dar otro paso, hasta que todos se olviden de lo inolvidable

jueves, 27 de enero de 2011

Perspectiva

  Una de las cosas más lindas que puede hacer la mayoría de las personas en la Tierra, es mirar. El hombre se olvida de que puede mirar y eso es en los mejores casos, algunos todavía no se han enterado de que pueden hacerlo. Generalmente son personas que viven solo para obligaciones, trabajos y otras ocupaciones que los impide de “mirar”, aunque no es su culpa esta gente solo tiene los ojos abiertos, que es diferente a mirar. Y existen otros que pasan su vida sin ninguna obligación, trabajo u ocupación, estos directamente tienen los ojos cerrados que no son capaces de ver ni siquiera. No pueden verse ni a ellos mismos, los espejos resultan oxidados y negros. Estoy seguro que un ciego de nacimiento ha visto más cosas que estos sujetos. Y es porque el ciego desarrolla más sus capacidades y aprende a ver con los oídos y a ver mirar con los dedos. Y por ahí se pueden encontrar algunos hombres que son opacados por los que solo tienen los ojos abiertos y por los de ojos cerrados, que aprendieron a parpadear, detener su mirada y de esta manera llegar a observar, que es un popurrí de todo lo mencionado. Primero el ver, para luego mirar detener la mirada en un punto, en algo, en alguien y observar trasciende de nuestros ojos, llega a nuestra mente a nuestros pensamientos que es lo que usa un ciego como anteojos. Por mucho tiempo fui una persona que podía observar, y lo hacía casi todo el tiempo, sentado en la vereda mirando pasar los autos la forma en que las ruedas giran cuando se van frenando, cuando arrancan otra vez. O tirarse en el pasto y ver el cielo de noche, sintiendo el roce con los pastos mojados, como elevándose al cielo olvidarse del cuerpo de uno y sentirse como otro punto luminoso en la infinidad de la oscura noche. 

lunes, 17 de enero de 2011

Circo Cambalache.

La dueña del circo presenta el show para que la mayoría vote una entrada. Bombos, cantos y balas son el primer acto tocados, cantados y disparados por chalecos mentirosos hoy desnudos que harán detener la presentación cuando alguien caiga, alguno que nunca usó un martillo y es otro soldadito del gran payaso. Que aparenta jugar al lado de los soldaditos, cuando su casa y familia están lejos muy lejos del circo y las actuaciones.
  Entre otros números están las mujeres de cabezas de tela con nobles cantos, que también tienen preparado un número muy especial, apareciendo en millones de pantallas invocando sus letras ya memorizadas por el público, pero cada vez más disfrazadas que hacen olvidar el buen show acompañados por sus descendientes.
  Este circo es viejo y ya reprimido (palabra prohibida I), hoy ya no se ve a los animales haciendo grandes trucos, porque molestan al organizador, que sigue con recuerdos viejos, que no hacen más que detener la función. La censura (palabra prohibida II) le quitó el espacio, por ejemplo a los gorilas (palabra prohibida III) y sus monitos, apenas ser nostálgico con su acto, es motivo de impacto emocional nacional.
  Y por supuesto hay magos y de los mejores, vestidos con trajes y corbatas de asombrosas habilidades capaces de hacer malabares con billetes, libros y leyes. Al principio así obtienen la atención del público para luego hipnotizarlos con palabras astutas y desapariciones de bolsillos y carteras.
  Estos son los números principales de una función que parece no terminar, siguen pasando los años, y lo único que avanza es el tiempo. La organizadora del circo consigue cada vez más mentes-entes que se suman al show. Mujeres, hombres y niños al espectáculo es para todos. Todavía entre acto y acto se escucha la letra de un viejo y certero tango, que cada vez tiene más razón.

Eterno Boleto.

 La estación seguía en el mismo lugar que hace 10 años cuando pisaba por primera vez esas tierras. Al acercarse recordó ese día cuando al llegar con tan solo una valija de ropa y dos fotos. Se destinó a olvidar las rutas y caminos que lo habían traído. Sus sensaciones se mezclaban entre aquel día y el de hoy en el que se marchaba con la misma valija, las mismas fotos, y una carta que se sumaba a su equipaje. La noche anterior se había quedado reflexionando sobre su última década que comenzó como una aventura y hoy terminaba de la misma manera, pero de la cual jamás se arrepentiría. Lo mismo sentía la mujer pelirroja de sombrero que tomaba su mano tan fuerte como el sonido del tren que en cinco minutos saldría
  La esperanza había llevado a Juan a realizar aquel viaje y hoy le pedía quedarse. Dejar de viajar, de intentar, de huir era lo que María le pedía. Juan contaba cada demanda con los segundos que faltaban para irse. De repente, un tercer participante apareció, quien pondría freno a aquel incómodo momento. Era un hombre alto, vestido entero de azul, bigote pronunciado y un gorro negro que le daba la jerarquía de ser el conductor del destino esta vez. Con un grito llamó a subir al tren, lo que provocó un alivio para la mano de Juan y una profunda sensación de nostalgia en su corazón. Tomó sus pertenencias, los dedos de la pareja se separaron muy lento, deslizándose centímetro por centímetro, como cuando un ciego quiere reconocer un objeto y lo acaricia, lo roza hasta saber de que se trata.
  Y así como arrancó el tren, la cabeza de Juan se puso en marcha. Pensando cada vez con más velocidad. Por un lado sabía que se tenía que ir, llegar e irse esa es la consigna nunca aferrarse a nada, pero no tuvo en cuenta que el corazón esta vez había superado sus principios vitales. Intentaba distraerse con el paisaje de la ventana, viendo como las últimas nubes caían el sol también ya empezaba a disolverse. El paisaje simplemente era perfecto, le llamó la atención un pequeño arroyo rodeado de árboles con unas preciosas flores violetas que caían sobre las escasas aguas y se hundían. Alrededor estaban las flores de los días anteriores que ya habían perdido el color y su naturalidad, y complementando el espacio floral las del árbol, que todavía no habían tocado el suelo y seguían balanceándose a merced del viento. Entre paisajes y pensamientos Juan se durmió, las fotos se cayeron al suelo. Yo estaba en el asiento de atrás pero no las junté por miedo a despertarlo lo que hubiese sido muy incómodo. Pasaron unos segundos y yo también me dormí, al despertarme el estaba leyendo la carta. Creo que se había olvidado de la existencia de esta, por eso no la tomó antes. Las fotos seguían en el suelo. No faltaba mucho para llegar a la última estación, o por lo menos a la de este viaje.
  Estaba terminando la carta, me di cuenta porque su mirada iba en descenso por las últimas líneas. Soltó una pequeña mueca sonrisa de satisfacción como diciendo “me quiere, me ama” Desde mi lugar podía ver su rostro por el reflejo de la ventana. Su mirada era transparente, era un libro donde se podía leer claramente lo que pensaba. Las líneas de la carta habían puesto en marcha sus sentimientos y sintió algo raro en su cuerpo, en su mano sobretodo que estaciones atrás estaba apretada por una más amorosa. Y pensó en la valija, hace muchos años la venía usando, llevándola a todos lados ¿Se había cansado? O tal vez era solo la melancolía de la despedida. En si esa valija siempre seguirá con el acompañándolo, o más bien llevándolo a él, como guardando su vida ahí dentro ya que en sí el estaba dentro de la valija, la ropa solo vestía la casualidad. Viajando y escapando de las manos que quieren desempacarla, y así seguía cargando fotos sin encontrar un marco donde colocarlas para siempre, fotos que hoy estaban tiradas en el suelo, estaban de más. Como el pasado vivido con María seguía en el suelo y no se había dado cuenta por eso nunca las levantó, y se quedaron desparramadas como las flores del paisaje que se descomponían y perdían su naturalidad. Las fotos ni siquiera flotaban, de hace años estaban al costado, desintegrándose esperando ser renovadas o encuadradas.
  El tren llegó a destino Juan junto la valija, la carta y bajó. Pensé en alcanzarle las fotos pero hubiese sido muy incomodo. Además su lugar estaba ocupado por la carta de María. El nuevo elemento que lo ataba a viajar, en busca de una nueva foto, de una nueva carta.

Ay mujer.

Ay si pudiera volver el tiempo atrás y evitar que me invitarás ese trago, esa noche que todavía maldigo. Que entre tangos y whiskies empecé a tener coraje en el amor. Y con el último sonido de ese melancólico acordeón mis labios siguieron bailando sobre tu boca, ay mujer mis ojos se durmieron en ese instante, y cuando despertaron felices te encontraron desnuda en mi hogar. Ay mujer, rogué a Dios que esta locura no terminé nunca, no alcancé a decir “Amén”, que tu sombra cruzó mi puerta hundiéndome en la angustia y en la inseguridad de un esperanzado ¿volverá? Ay mujer, si supieras como mis sábanas gritan tu nombre, y el deseo de mi espejo de encontrar nuevamente ese rostro, o al menos vuelvas a pisar una noche más este corazón que ya no encuentra motivos para levantarse. Ay mujer, cuantas lunas ya he llorado, en cuantas botellas te he buscado y en cuantos cuerpos ya te he extrañado.
  Será que Don Julio deseo volver a ver a nuestro baile que esa noche nos volvimos a cruzar. Ay mujer si escucharás el canto que te hace mi corazón, si entendieras la desesperación de mi amor, o al menos me acompañarás otra vez a la habitación. Ay mujer, ¿acaso no ves a este perro? que por ese hueso está dispuesto a desvestir el pecho y recibir el puñal. Ese tango volvió a sonar y alguien más te tomó al bailar, el brillo de sus ojos era tan grande como el sol que saldrá el día de mañana que espero no despertar. Que triste fue mi destino el que no le deseo a tu bailarín de turno. Ay mujer, de la mano ya se van, y mis pies no tienen fuerzas ni para sostener los zapatos. Por favor que alguien terminé esta pena, algunas manos generosas que quieran estrangular este corazón, para que derrame sobre este piso de alcohol las últimas gotas que le quedan de un desconocido amor.
  Ay mujer, si supieras a tristeza de mis paredes al saber que hoy tampoco ibas a volver y las risas de la estrellas de la ciudad, la luna ya no me quiere mirar que ya se está escondiendo, y veo la solución en ese balcón de la liberación. Ay mujer, con la fantasía de que morí amando, respiró por última vez los Buenos Aires, y con el último latido de mi corazón, me despido de ese maldito tango, de tu maldita boca y de tu recuerdo asesino.

sábado, 15 de enero de 2011

Débil

  Viernes, sábado y domingo fueron uno más cargado que el anterior, se saberlo me hubiera quedado dormido el jueves, o me hubiese drogado tan fuerte que mis ojos ya rojos se abriesen pasado el fin de semana. Cada día trajo a mi mente a mi alma y a mi cuerpo solo malas señales, que de a poco fueron masticando mis defensas hasta dejarme tan débil, ignorante e iluso como un bebé recién nacido que sale de la seguridad del vientre materno a un mundo nuevo.
  Con la suma de nuevos fracasos más los fantasmas de los anteriores llegué al domingo a la noche. Eran las once, yo estaba solo en mi departamento tenía la optimista idea de que al empezar el lunes todo estaría mejor, sin pensar sin querer darme cuenta que solo era un segundo más. La realidad es tan pesada en la balanza que al apoyarse suelta por los aires a mis sueños. Y caen en un pozo del olvido al tocar fondo se escuchará muy fuerte dentro de mí y podrá ver como al caer hace más profundo el pozo, lo que hará más largo el viaje del próximo sueño hasta su descenso.
  Con fuerza, amor y aspiraciones me hubiera gustado empezar la semana lo cual me resultó imposible, al pensarlo por poco me río del absurdo pero ya ni eso podía. No estaba cansado pero deseaba dormir además no encontraría lugar en la ciudad donde pueda comprar unos cigarrillos que me tranquilicen un poco. Faltaban 10 minutos para ver la cara burlona del lunes; y una idea filosa pasó por mi cabeza la de terminar la semana y no empezar otra. Sin pensarlo dos veces fui a la cocina, preso y motivado por los miedos. Busqué el cuchillo más grande luego fui al baño me posicioné frente al espejo y juró que mi reflejo también se río de mi. Pase el dedo una y otra vez comprobando el filo del metal. Luego lo enterré y sentí el material cruzando mi piel, el dedo comenzó a sangrar. El rojo se deslizaba, llegó a la palma de mi mano dejando el rastro de mis penas y fue por eso que nunca cesó. Cautivado por el recorrido de la sangre sobre mi piel me hice otro tajo y luego otro para después desvestirme y hacerlos en todo mi cuerpo, que parecía el papel de un triste pintor quien con su pincel asesino dibuja sus rencores. En el piso había gotas de sangre, mi humanidad de veía despojada de todo, y mi rostro estaba empapado en lágrimas. Por un momento me detuve me miré y lloré, pero fue solo un momento. Enseguida tome nuevamente el cuchillo y lo hundí violentamente en mi antebrazo izquierdo, fue un dolor raro porque fue esperado y deseado, me caí en el piso y por fin volví a reír.
  ¡Venganza! Grite y levanté la mano para saludar al lunes, iniciador de una nueva semana. Después de tremenda aventura estaba muy cansado, me dormí en el baño y por si las dudas pudiese ser un mal día el que vendrá decidí no despertar nunca jamás.

viernes, 14 de enero de 2011

Besos de bebé

¿Por qué será que no recuerdo cuando era bebe? Se que no soy el único. Estoy seguro que es la parte más desnuda de mi vida y me gustaría acordarme, por ejemplo cuando me sacaron la foto que solía estar en la mesa de luz junto a la cama de mis padres ¿Será que la pureza natural no es suficiente para sobreponerse a lo negro de la vida que le sigue a cualquiera? Tal vez es eso, cuando comenzamos a crecer suelen desvanecerse esas pequeñas cosas para tirarnos de cabeza en un tobogán inmenso e infinito del que nos podemos bajar, pero nunca lo hacemos. A diferencia de los toboganes de las placitas donde antes solía pasarme tarde y noche jugando. Donde los chicos suben, bajan y vuelven a subir.
   Hace un tiempo pasé por una plaza y los observé, pareciera que sus piernas no van a parar de saltar y que sus labios solo pueden sonreír. Era divinamente envidiable esa sensación de corazones despiertos y manos abiertas, esas voces que parecen ecos de cada amanecer como el aturdidor sonido del sol naciente raspando las última aguas. Y lo más brillante de todo, sus risas cuadros de vida y sinceridad.
  A lo mejor ya no tengo esa risa entre mis capacidades, pero están en mi memoria rara vez amanecen gracias a algún alma poética de no más de metro y medio, y despiertan la nostalgia de plazas y jardines. Olvidada gracias a otra persona que como yo, se ríe solo con su rostro y es aburridamente alto.

jueves, 13 de enero de 2011

Pasado Pesado

  ¿Qué hubiera pasado si?, tan solo esas 4 palabras empiezan a remover experiencias anteriores como queriendo motivar fascinaciones inalcanzables. Pensamientos muy grandes como que hubiera pasado si el sol ayer hubiese salido de noche, o si alguna monja juntará sus manos para rezarle a alguna diosa en vez de a Dios ¿Que hubiera pasado si los grandes imperios nunca hubiesen caído? o simplemente que hubiera pasado si mi mamá nunca hubiese recibido algún beso de mi papá, que llevase a la danza actual.
  Pregunta que es desafío a la mente, a las leyes y a las verdades con las que estamos acostumbrados a dormir. Para muchos palabras tabú, para otros elementos de una imaginaria libertad de vida. Todavía en algunos libros se puede ver como oportunidades de un amanecer más próspero, que por supuesto hubiese sido fulminado por otro pensamiento pistola, 100 años después.
  Juegos sin sentido pero totalmente humanos de presentes vacíos que tratan de asomar alguna gota con algún cuadro nostálgico, seguidamente ocurrido pasada la medianoche, que seguirá siempre con la misma inútil pregunta sin animarse, sin atreverse, a plantearse ¿Qué puede pasar mañana si?

Manos a la Vida

El primer lunes de octubre sonó el despertador como todos los días a las 6:00. Yo estaba durmiendo en mi cama, cuando el indeseable sonido retumbó en mis oídos. Otra vez comenzaba la semana y tenía que ir a ganarme un sueldo para poder alquilar una casa que no me gustaba, en un barrio detestable.
  Pero ese lunes me amaneció diferente las ideas de revolución y cambio azotaban en mi cabeza. Supuse que algo dentro de mi se había cansado de mi indeseable vida, y me presionaba a reaccionar. Esta no era la primera vez que sentía esto, siempre aparecían pensamientos pasajeros de una vida mejor fuera de la locura que se me presentaba fuera de la puerta de mi casa. Me empecé a preguntar si otra vez dejaría que la verdad pase frente a mis ojos y no la tomé, o si esta vez sería distinto.
  Pero al final siempre era lo mismo en mi vida. De joven también quise cambiar, y lo hice. Mi juventud fue el despertar del rock argentino y participé, después quise ser una persona académica y respetada pero descubrí que no era lo mío. Después me dejé la barba y protesté a quien sea. En fin mi vida eran cambios y cambios pero nunca felicidad. Giraba y giraba, en un vacío que nunca supe llenar con nada. Aunque lo intenté más de una vez.
  Todo eso aplastaba mis pensamientos, hasta que otra vez sonó el despertador. Como todos los martes tenía que ir a trabajar para sostener una vida que nunca me va a hacer feliz, hasta que llegué el día en que terminé.