domingo, 13 de febrero de 2011

Pacto

Yo fui la última testigo, antes de que llegase la policía al lugar. Lo recuerdo muy bien pero nunca se lo contén a nadie. Todo empezó cuando el la vio en la plaza, en realidad todo comenzó cuando nacieron y las formas en las que sobrellevaron sus carentes vidas, esa noche solo continuó la historia. Los dos estaban solos y juntos en la plaza, fumando esos cigarrillos que no se compran de día. El aroma los puso simpáticos y fueron acercándose el uno al otro. Se tiraron en el pasto bajo un árbol a ver las estrellas y a expulsar penas que se fueron uniendo y aferrándose una a otra dando como resultado una melancolía un tanto disimulada por con el humo de alrededor. Cualquiera que los haya visto se pudo dar cuenta de que a la noche la terminarían juntos acostados y no necesariamente sobre el pasto.
Sentían como las estrellas se caían sobre ellos y como las raíces crecían empujándolos del lugar. El la tomó de la mano y ella lo siguió decidida, no había lugar para ángeles ni demonios. Corrieron hasta su casa que tan solo quedaba en frente se cayeron un par de veces, pero nunca se soltaron. Se adentraron en la cama y un par de botellas de vodka terminó hundiéndolos en un sexo perturbador, casi enfermo. Abatidos buscaron una botella de whisky que duró pocos minutos en boca de ambos. Ninguno podía dar un paso sin aterrizar en el suelo, para luego mirarse reírse con una cara tan irónica como queriendo expresar “mi cuerpo, mi mente, somos decadentes, pero esta bien”.

El se levantó fue a buscar una botella de algo pero fue en vano. Y se le ocurrió algo más intenso, volvió a la habitación con una jeringa y una tira elástica en la mano. Ella estaba estúpidamente poseída, confiaba en él como una nena de 5 años en sus padres. Se sentó al lado de ella, se amarró el brazo y presionó sobre una vena resaltada de su brazo izquierdo. Hizo una profunda mueca de satisfacción y enseguida como accionado por la heroína tomó el brazo de su acompañante que temblaba felizmente, le ató el elástico y presionó sobre lo que quedaba de su humanidad, asustada hizo un gesto de dolor y el la besó.
Se desplomaron sobre la cama a ver las estrellas que seguían cayendo desde el cielo y esta vez con mucho más impacto. Ella lo abrazó y se hundió sobre su pecho, el dormía hacía ya unos minutos, se quedaron petrificados como si fuera un cuadro. Y nunca más se besaron ni siquiera vieron las estrellas la noche siguiente. Yo fui la última que los vi, y tal vez la única, me quedé toda la noche hasta que el sol tomo mi lugar para despertar a la ciudad.

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