martes, 29 de marzo de 2011

Testimonio.


“Finalmente, ayer después de interminables noches de cansancio pude dormir. Sin embargo, al despertarme siento el enorme deseo de no haber abierto los ojos, y seguir en ese mundo inconciente. Pero de vuelta al mundo de los pensamientos y la conciencia es imposible no recordar aquel día donde todo cambió en mí, para siempre.
No puedo levantarme, tampoco puedo evitar ver o tocar mi cuerpo que luce tan sucio como todo en mi mente, mis palabras, mi habitación. Y aún más horroroso, es despertar rodeada de 4 paredes testigos de la repugnancia. Verlas significa recordar; recordar llorar; y llorar odiar. Odio el odio que le tengo, odio sentirlo, odio su recuerdo. Ni todas las lágrimas que lloraré el resto de mi vida podrán apagar la ira en mi corazón.
Y como si fuera una ventana, imaginándome una salida, pero no hay ventanas en mi cabeza, y al ver afuera continúa todo oscuro, tampoco tengo fuerzas de sentir un sol que caliente mi repugnante piel, ya no hay esperanzas para intentar olfatear una primavera que me quite el olor a vómito lujurioso que tengo.
Quiero cortar los dedos que siguen manoseando mi alma, escuchar de nuevo el latido de mi corazón, hoy masturbado. Dejar de oír mis gritos de auxilio de ayer, cuando su cuerpo atrapó al mío de la manera más cobarde y condenable.”

lunes, 14 de marzo de 2011

Las líneas de la Vida.

Julio era un ya un anciano de bastantes años, no los digo porque todavía le molesta, pero estoy autorizado a decir solamente que es mayor de 25. De joven fue el más inteligente, deportista, atractivo, y por supuesto el que se ganaba todas las miradas de las señoritas. Se recibió de doctor completando sus estudios en tiempo justo, y apenas concluyó le pidió casamiento a la única mujer que había hecho desbocar su corazón. Tuvieron 3 hijos hermosos y sanos. A los 40 años, la vida de Julio parecía completa y así lo sentía. Se sentía orgulloso de lo que había logrado y todos los días al levantarse se lo agradecía a Dios.
Después de dedicarles su tiempo a los enfermos, les dedico su espacio a sus hijos, y cuando estos crecieron, le dedicó su vida a su esposa. Valoraba todo lo que tenía, vivía con pasión e ilusión incluso cuando parecía que sus objetivos o metas estaban cumplidos y eso no es lo que lo mantenía vivo, lo que lo hacía eran el tener un porque vivir; y ese motivo era su mujer. Por suerte y para producto de la envidia de muchos gozaba de un poder único el de despertarse y enamorarse de la mujer que dormía al lado desde hace unos largos, largos años.
Cuando estuvo un poco más anciano y la ciudad empezó a volverse detestable, se fue al campo con su esposa. Siempre se sintió de 25 como el dice, pero el ritmo de vida del lugar lo envejeció, todo era muy sencillo, todo estaba cerca. Y paradójicamente el ambiente campestre lo hacía sentir mejor, es decir la ausencia de asfaltos, autos, globalización. Se sentía un amish moderno. Pero a la vez aprendía muchas cosas.
Nunca notó que el tiempo pasaba, por eso cometió el error de pensar que tampoco seguía, para los demás. Después de 14 años vividos juntos en el campo, su esposa falleció victima simplemente de la naturaleza y del correr del tiempo. Fue un golpe muy duro para él, por primera vez sentía la muerte de cerca, de tan cerca que le había arrebatado su motor vital, su compañera de vida, su amor eterno. A partir de ese hito, cambió todo su pensar, esa noche se volvió triste, y la mañana siguiente se hizo viejo, pero nunca se convirtió en viudo.
Sus hijos no aguantaron verlo así, insistieron sin esperanzas que vuelvan a la ciudad para que no este solo pero se rehusó, quisieron mudarse al campo pero él no los dejó. En una visita de su hijo menor, entre mates y charlas su hijo le comento que había conocido un gitano que le explicó las líneas de las palmas de la mano. Tomó la mano de su padre y para subirle el ánimo pero muy cierto exclamó “Papá eres la persona con la línea más larga que he visto, significa que vivirás años y años”, su padre sonrío y le dijo “No, significa que pereceré años y años, porque tu madre tenía esa línea más corta que la mía”