La estación seguía en el mismo lugar que hace 10 años cuando pisaba por primera vez esas tierras. Al acercarse recordó ese día cuando al llegar con tan solo una valija de ropa y dos fotos. Se destinó a olvidar las rutas y caminos que lo habían traído. Sus sensaciones se mezclaban entre aquel día y el de hoy en el que se marchaba con la misma valija, las mismas fotos, y una carta que se sumaba a su equipaje. La noche anterior se había quedado reflexionando sobre su última década que comenzó como una aventura y hoy terminaba de la misma manera, pero de la cual jamás se arrepentiría. Lo mismo sentía la mujer pelirroja de sombrero que tomaba su mano tan fuerte como el sonido del tren que en cinco minutos saldría
La esperanza había llevado a Juan a realizar aquel viaje y hoy le pedía quedarse. Dejar de viajar, de intentar, de huir era lo que María le pedía. Juan contaba cada demanda con los segundos que faltaban para irse. De repente, un tercer participante apareció, quien pondría freno a aquel incómodo momento. Era un hombre alto, vestido entero de azul, bigote pronunciado y un gorro negro que le daba la jerarquía de ser el conductor del destino esta vez. Con un grito llamó a subir al tren, lo que provocó un alivio para la mano de Juan y una profunda sensación de nostalgia en su corazón. Tomó sus pertenencias, los dedos de la pareja se separaron muy lento, deslizándose centímetro por centímetro, como cuando un ciego quiere reconocer un objeto y lo acaricia, lo roza hasta saber de que se trata.
Y así como arrancó el tren, la cabeza de Juan se puso en marcha. Pensando cada vez con más velocidad. Por un lado sabía que se tenía que ir, llegar e irse esa es la consigna nunca aferrarse a nada, pero no tuvo en cuenta que el corazón esta vez había superado sus principios vitales. Intentaba distraerse con el paisaje de la ventana, viendo como las últimas nubes caían el sol también ya empezaba a disolverse. El paisaje simplemente era perfecto, le llamó la atención un pequeño arroyo rodeado de árboles con unas preciosas flores violetas que caían sobre las escasas aguas y se hundían. Alrededor estaban las flores de los días anteriores que ya habían perdido el color y su naturalidad, y complementando el espacio floral las del árbol, que todavía no habían tocado el suelo y seguían balanceándose a merced del viento. Entre paisajes y pensamientos Juan se durmió, las fotos se cayeron al suelo. Yo estaba en el asiento de atrás pero no las junté por miedo a despertarlo lo que hubiese sido muy incómodo. Pasaron unos segundos y yo también me dormí, al despertarme el estaba leyendo la carta. Creo que se había olvidado de la existencia de esta, por eso no la tomó antes. Las fotos seguían en el suelo. No faltaba mucho para llegar a la última estación, o por lo menos a la de este viaje.
Estaba terminando la carta, me di cuenta porque su mirada iba en descenso por las últimas líneas. Soltó una pequeña mueca sonrisa de satisfacción como diciendo “me quiere, me ama” Desde mi lugar podía ver su rostro por el reflejo de la ventana. Su mirada era transparente, era un libro donde se podía leer claramente lo que pensaba. Las líneas de la carta habían puesto en marcha sus sentimientos y sintió algo raro en su cuerpo, en su mano sobretodo que estaciones atrás estaba apretada por una más amorosa. Y pensó en la valija, hace muchos años la venía usando, llevándola a todos lados ¿Se había cansado? O tal vez era solo la melancolía de la despedida. En si esa valija siempre seguirá con el acompañándolo, o más bien llevándolo a él, como guardando su vida ahí dentro ya que en sí el estaba dentro de la valija, la ropa solo vestía la casualidad. Viajando y escapando de las manos que quieren desempacarla, y así seguía cargando fotos sin encontrar un marco donde colocarlas para siempre, fotos que hoy estaban tiradas en el suelo, estaban de más. Como el pasado vivido con María seguía en el suelo y no se había dado cuenta por eso nunca las levantó, y se quedaron desparramadas como las flores del paisaje que se descomponían y perdían su naturalidad. Las fotos ni siquiera flotaban, de hace años estaban al costado, desintegrándose esperando ser renovadas o encuadradas.
El tren llegó a destino Juan junto la valija, la carta y bajó. Pensé en alcanzarle las fotos pero hubiese sido muy incomodo. Además su lugar estaba ocupado por la carta de María. El nuevo elemento que lo ataba a viajar, en busca de una nueva foto, de una nueva carta.
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