sábado, 15 de enero de 2011

Débil

  Viernes, sábado y domingo fueron uno más cargado que el anterior, se saberlo me hubiera quedado dormido el jueves, o me hubiese drogado tan fuerte que mis ojos ya rojos se abriesen pasado el fin de semana. Cada día trajo a mi mente a mi alma y a mi cuerpo solo malas señales, que de a poco fueron masticando mis defensas hasta dejarme tan débil, ignorante e iluso como un bebé recién nacido que sale de la seguridad del vientre materno a un mundo nuevo.
  Con la suma de nuevos fracasos más los fantasmas de los anteriores llegué al domingo a la noche. Eran las once, yo estaba solo en mi departamento tenía la optimista idea de que al empezar el lunes todo estaría mejor, sin pensar sin querer darme cuenta que solo era un segundo más. La realidad es tan pesada en la balanza que al apoyarse suelta por los aires a mis sueños. Y caen en un pozo del olvido al tocar fondo se escuchará muy fuerte dentro de mí y podrá ver como al caer hace más profundo el pozo, lo que hará más largo el viaje del próximo sueño hasta su descenso.
  Con fuerza, amor y aspiraciones me hubiera gustado empezar la semana lo cual me resultó imposible, al pensarlo por poco me río del absurdo pero ya ni eso podía. No estaba cansado pero deseaba dormir además no encontraría lugar en la ciudad donde pueda comprar unos cigarrillos que me tranquilicen un poco. Faltaban 10 minutos para ver la cara burlona del lunes; y una idea filosa pasó por mi cabeza la de terminar la semana y no empezar otra. Sin pensarlo dos veces fui a la cocina, preso y motivado por los miedos. Busqué el cuchillo más grande luego fui al baño me posicioné frente al espejo y juró que mi reflejo también se río de mi. Pase el dedo una y otra vez comprobando el filo del metal. Luego lo enterré y sentí el material cruzando mi piel, el dedo comenzó a sangrar. El rojo se deslizaba, llegó a la palma de mi mano dejando el rastro de mis penas y fue por eso que nunca cesó. Cautivado por el recorrido de la sangre sobre mi piel me hice otro tajo y luego otro para después desvestirme y hacerlos en todo mi cuerpo, que parecía el papel de un triste pintor quien con su pincel asesino dibuja sus rencores. En el piso había gotas de sangre, mi humanidad de veía despojada de todo, y mi rostro estaba empapado en lágrimas. Por un momento me detuve me miré y lloré, pero fue solo un momento. Enseguida tome nuevamente el cuchillo y lo hundí violentamente en mi antebrazo izquierdo, fue un dolor raro porque fue esperado y deseado, me caí en el piso y por fin volví a reír.
  ¡Venganza! Grite y levanté la mano para saludar al lunes, iniciador de una nueva semana. Después de tremenda aventura estaba muy cansado, me dormí en el baño y por si las dudas pudiese ser un mal día el que vendrá decidí no despertar nunca jamás.

2 comentarios:

  1. este es mi preferido dieguito! .. por cierto, te acabo de twittear hace unos minutos este post, abrazos!

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